Parece como si la vida en este plano estuviera diseñada especialmente para que aprendamos a tener paciencia. La necesita nuestra madre, desde el momento en que queda embarazada, y debe esperar nueve meses para ver su fruto. Y nos es imprescindible cuando una enfermedad anuncia que estamos próximos a cruzar la frontera al otro mundo, y solo queda esperar a que el cuerpo termine con su proceso de agotar la vida. Durante el recorrido, entre el nacimiento y la muerte, nos esperan muchas experiencias y posibilidades, y, curiosamente cada situación, por separado, requiere de paciencia para alcanzar el éxito. Nada que valga la pena en este plano lo encontramos hecho. El aprendizaje es lento, porque tenemos que conquistar cada centímetro de recorrido, con nuestros propios méritos. Y precisamente es, en medio de las dificultades, donde la paciencia puede hacer variar los resultados, inclinándolos a nuestro favor, o en contra nuestra. Nada más consideremos el tiempo que transcurre, desde que c...