Tener un pensamiento libre, genuino y responsable siempre ha sido una preocupación de quienes buscan ejercer la autoridad en cualquier aspecto, especialmente, a nivel poblacional. Es decir se pretende que todos sigamos una misma línea de pensamiento y acción según se nos diga o sutilmente se nos imponga. Para ello, siempre se nos ha ofrecido una enseñanza escolar chata, obsoleta, mediocre para que no alcancemos justamente un punto de excelencia en el conocimiento que redunde en el crecimiento personal. A su vez, la religión católica (aunque todas en general) ha sido siempre una institución manipuladora.
El sistema controlador, ese que nunca se da a conocer o que pareciera que es invisible, se ha encargado a través de los siglos de estigmatizar a esas personas con un pensamiento crítico o diferente con el mote de loco, chiflado, “extraterrestre” y también, en estos tiempos, como conspiranoico. Subliminalmente se nos da a entender que éstas son personas que buscan confundirnos o que incluso son peligrosas y podrían llevarnos por el “mal camino”. Esto significa a la vez que debemos sentir desconfianza, indiferencia, rechazo hacia esas “ovejas negras”.
Lo cierto es que cualquiera puede pensar lo que desee y creer en lo que desee. Esto parece algo tan simple, pero no lo es. ¿Saben porqué? Con ese preconcepto que nos forman o que aceptamos sobre los “locos” nos condicionan para que no expandamos nuestra capacidad de pensar y que siempre sigamos un lineamiento unidireccional. Entonces, el simple hecho de pensar algo distinto a “lo oficial” no está aceptado y la mayoría desiste de hacerlo por miedo a que nos tilden de locos.
Creo que podemos investigar y hallar información extraordinaria o nos pueden contar sucesos anormales que se suponen son verdaderos pero no necesariamente tenemos que aceptarlo como tales. Pienso que el hecho de creer o no en algo depende de nuestra apertura mental, conocimiento previo o similar de algo y, principalmente, de nuestra capacidad de discernimiento. Incluso, seguramente les pasará que hay historias o supuestas verdades que las mantenemos “en suspenso”. Es como que no estamos seguros de creer en eso. Y esto es totalmente normal o natural. Lo que no debemos permitir es que nos sugieran o impongan en qué creer y en qué no, porque eso es algo personal, intrínseco, íntimo. Y en este punto es necesario que día a día nos desprendamos de preconceptos o prejuicios hacia todo lo que nos rodea porque eso muchas veces nos auto-condiciona o nos hace desistir de indagar esas cuestiones que nos inquietan.
Me parece que es importante que cada día aprendamos algo nuevo y seamos constantes observadores para experimentar o comprobar esos nuevos conocimientos. Y, sobre todas las cosas, no nos sintamos locos o locas por pensar distinto a la mayoría, ni raros, ni excluidos. No nos sintamos ovejas negras porque eso es justamente lo que pretende el sistema controlador, que nadie se salga del rebaño de pensamiento ni de acción.
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