Hijo de Miguel Alarcón y Rosa Acosta, Bruno nació en 1780. Integró a los 36 años el Ejército de los Andes, bajo las órdenes del general José de San Martín. En 1817 cruzó la Cordillera y participó en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú como Tambor Mayor de Órdenes del Libertador de América.
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Monumento a Bruno Alarcón, ubicado en Plaza San Martín, de Gualeguay. |
Al promediar el verano de 1826, regresó a la comarca minuán del ceibo y la calandria. Los vecinos de Gualeguay supieron de su coraje en las gestas de la Independencia, mientras Genara Correa, lavandera de los ojos negros, curaba sus heridas y fundaba la primavera de su dicha, floreciendo en tres hijos el amor que vence a la tristeza.
Carlos Mastronardi recuerda que a los 98 años el viejo guerrero fue homenajeado en el teatro del centro, oportunidad en que revivió las gestas lejanas: “Tal vez esa noche extraordinaria, mientras las manos rígidas golpeaban el tambor con el ritmo aprendido setenta años antes, en alguna región inmaterial, un ejército de sombras entraba otra vez en batalla”.
Murió el 16 de mayo de 1880, año en que regresaban a la patria los restos de su jefe, después de tanta indiferencia y desatino; lejos de los oropeles y los fulgores de la gloria.
En nombre de la entrerrianía y como hermano agradecido a su temple criollo y a su piel morena, le escribí a su corazón en reposo: “Hoy necesitamos tu parche golpeado para convocar de nuevo a los pechos valientes. Es indispensable que vuelvas sobre las huellas dormidas del espíritu argentino y nos ayudes a encontrar la dignidad vencida, la verdad oculta y los sueños olvidados. Bruno Alarcón, que en los cielos, defines la carga de emoción y de recuerdos, te debemos: la fortaleza de nuestras almas, la consagración del maestro; el desafío cotidiano de los obreros del alba. Y por los siglos de los siglos te debemos, la sonrisa de la patria”.
Roberto Romani - Asesor
cultural de Entre Ríos.
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