Publicar
una foto personal, con 43 años, subido a un árbol está lleno de significado.
Por un lado, algunos pueden pensar, “pero mirá ese grandulón (por ser “suave”),
seguramente que no tiene otra cosa que hacer” o frases como “es un infantil” o “ese
no tuvo infancia”, u otros epítetos descalificadores.
Lo
cierto es que cuando vi ese árbol, espontáneamente, decidí subirme al mismo con
el fin de volver a sentir esa sensación tan agradable de hacer fuerza para trepar
y lograr posarme sobre él. No lo hice para sacarme una foto y hacerme el
chistoso, ni mucho menos para darle pie a los detractores.
Sin
embargo, luego con la foto en mis manos, decidí publicarla para destacar esa condición
que muchos jóvenes y adultos pierden prematuramente, que es la esencia de la
niñez. Obviamente que con esto no me refiero a que uno deba actuar como un niño
o que simpatice con el síndrome de Piter Pan.
Lisa
y llanamente hago alusión a que no debemos perder esas cualidades tan bellas
que gozábamos siendo niños, como el entusiasmo, la alegría, la creatividad, la libertad, el espíritu aventurero, la cooperación, el juego. Eso, simplemente.
Si
uno logra mantener o recuperar ese niño interior a través del tiempo, tarea que sin
dudas es muy complicada por el entorno social y cultural, quiere decir que nos habremos
sobrepuesto en gran medida a nuestros prejuicios, entre otras bondades.
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