Entre
los años 1997 y 2015, aproximadamente, vecinos de la zona del Cuarto Cartel nos
reuníamos a diario en casas de familia para compartir algo más que jugar al
popular entretenimiento de cartas.
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La
jornada comenzaba a la siesta y culminaba, generalmente, en la misma tarde.
También, en otras ocasiones, empezaba por la noche y continuaba por la
madrugada. Fue una época inolvidable.
Personas
de distintas generaciones, en su mayoría mujeres, se daban cita para darle
rienda suelta al divertimento, pero también se charlaba del quehacer diario, de
las penas, alegrías y temas en general.
Se
jugaba con dos mazos de cartas, con sus populares “monitos” (comodines), que
todos queríamos ligar. Causaba una alegre y aliviadora sorpresa “robarlo”
porque ayudaba mucho a crear juegos o a “cortar” inmediatamente. Y, se jugaba
por dinero, claro, uno de los atractivos innegables. Durante mucho tiempo se
apostaba 1 peso, la "entrada”, y 50 centavos, el “gancho”, que eran
indefinidos hasta que hubiera un ganador. Se permitía hasta un máximo de once
jugadores.
Mate
de por medio, las tardes y noches, eran entrañables. Las bromas y el buen
ambiente eran permanentes. Se conocieron decenas personajes, cada uno con sus
dichos y muletillas, y surgieron innumerables situaciones y anécdotas
inolvidables.
Si
bien el marco era muy lindo, todos queríamos ganar. Y, en ese afán, de vez en
cuando, se producían algunos “cortocircuitos” en las relaciones, que por lo
general eran rápidamente reparados. Jugar chinchón para algunos vecinos de esa
época era la principal distracción, más allá que en esos tiempos aparecía la
telefonía celular e Internet empezaba a tener un importante auge.
El
Barrio Manantial, emplazado sobre calles Pancho Ramírez, Feliciano y San
Lorenzo, era el lugar donde nos reuníamos a diario para “chinchonear”. Los
lugares tradicionales eran la casa de Ester, Nancy, “Chiche”, Cristina. Sin
embargo, el juego había alcanzado popularidad en la zona y también se jugaba en
otras casas de familia, ubicadas sobre calles Colón, Rosario del Tala, La Paz,
Santiago del Estero. Las casas de doña Elena, Olga, Blanca, Rita, Ana, Sandra,
Griselda, eran los lugares más populares. Y había un intercambio de visitas de
jugadores, incluso algunos provenían de otros sectores de la ciudad.
Y
el tiempo, que avanza sin piedad y sin clemencia, también se ha llevado para
siempre algunas almas de esos encuentros. Personas, que hoy al recordarlas, nos
despiertan una tremenda nostalgia. Personas que siempre recordaremos con cariño
y alegría. Hace algunos días lamentamos las partidas de “Chiche” y Ana; tiempo
atrás, las de Elena, Blanca, Olga, entre otras referentes.
Aquella
época surgió no solo como una manera de entretenimiento sino también como un
modo de compartir otros valores, fortalecer los vínculos entre vecinos cercanos
y conocer mejor a otros de la zona. Incluso, con algunos no habíamos mantenido
ningún contacto antes o, directamente, no nos conocíamos.
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