Venimos a este mundo a aprender, a sanar, a evolucionar. Luego partimos a otro plano para continuar creciendo. El alma es eterna.
Tenemos que entender que el apego nos hace sufrir. ¿Qué
es el apego? Lo interpreto como la necesidad de estar junto a alguien, o
depender de alguien, todo el tiempo, para estar bien. Entonces, especialmente,
si soy adulto, tengo que procurar, justamente, lo contrario: el desapego. Es
decir, evitar esa necesidad, pero sin dejar de amar a esa persona.
Otra cuestión fundamental es llevar adelante una vida
consciente en todo sentido. Debemos saber que el tiempo en este mundo es
relativamente corto, entonces tenemos que procurar ser las mejores personas
posibles todos los días. Mirar hacia dentro, reconocerme e iniciar el trabajito
de hormiga de ir cambiando o mejorando cada aspecto de mi vida. De esta manera
voy a vivir más momentos plenos y divertidos que tristes o intranquilos.
Si un ser querido partió sin que le hayamos pedido
disculpas, lo hayamos perdonado o le hayamos expresado verdaderos sentimientos,
una buena manera de hacer eso que quedó pendiente es hablándole mentalmente o
escribiéndole una carta, o de la manera que uno más sienta hacerlo.
Todos venimos a este plano (con varios propósitos) con
una fecha de llegada y otra de partida. Entonces, ¿por qué vivir preocupados
por la muerte? La muerte en definitiva forma parte de la vida. No es algo
dramático, trágico o terrible.
No venimos a esta vida a padecer ningún sufrimiento
ancestral, ni asumir o pagar culpas por nada. Venimos para trascender a los
errores, los defectos, las oscuridades. Venimos a descubrir el verdadero
potencial que tenemos dormido.
Miedo es igual a ignorancia. Si tengo miedo o vergüenza
por algo es porque necesito el conocimiento adecuado para atravesar tal o cual
situación. Es por eso que cada día tenemos que aprender cosas que nos eleven
como seres humanos. Por lo tanto, racionalmente, no tenemos que tener miedo por
nada. Estamos en este mundo para disfrutar la vida, no para sufrirla.
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