Se
trata de unos restos descubiertos en Kenia con 10.000 años de antigüedad. El
suceso tuvo lugar hace entre 9.500 y 10.500 años, al principio del periodo
Holoceno, posterior a la última Edad de Hielo. Se trató de una masacre
tremendamente sangrienta en la que estuvieron implicados mujeres, hombres y
niños. Es sin duda el primer registro disponible de violencia inter grupal. El
lugar del macabro evento entre dos grupos de humanos fue Nataruk, a unos 30
kilómetros del lago Turkana (Kenia).
Los resultados de las investigaciones tras el
descubrimiento de este yacimiento fósil en 2012, han revelado una siniestra
verdad: restos de hasta 27 individuos con huellas de roturas en manos, rodillas
y costillas, heridas de flecha, golpes en la cabeza, lanzas clavadas, manos
atadas... un dramático encuentro entre cazadores recolectores que representaría
los orígenes de la guerra tal y como la conocemos.
Los expertos, incluidos científicos españoles
y liderados por la bióloga argentina Marta Mirazón Lahr, del Centro Leverhulme
para el Estudio de la Evolución Humana de la Universidad de Cambridge (EE.UU.)
han conseguido reunir hasta 12 esqueletos completos. “Ninguno de los 27
individuos encontrados fue enterrado, sino que presumiblemente fueron abandonados
en el lugar donde cayeron muertos”, José Manuel Maíllo, coautor del estudio.
Del total de restos hallados, ocho pertenecen
a mujeres, ocho a hombres, cinco a niños y el último a un adolescente de entre
12 y 15 años. De los cinco restantes no ha podido ser determinado su sexo. Lo
que sí han dilucidado es que una de las mujeres estaba a punto de dar luz,
puesto que en su cavidad abdominal han encontrado restos óseos de un feto de
unos 8-9 meses de gestación. Si contamos al neonato, el número asciende a 28 individuos
inmersos en esta masacre prehistórica.
“Estas
muertes en Nataruk dan testimonio de la antigüedad de la violencia entre grupos
y los conflictos bélicos”, afirma Mirazón Lahr.
“No me
cabe duda de que ser agresivos y letales está en nuestra biología, del mismo
modo que ser profundamente cuidadosos y amorosos. Mucho de lo que ya sabemos
sobre la biología evolutiva humana nos lleva a pensar que estas son dos caras
de la misma moneda”, explica Robert Foley, coautor del trabajo.
El
estudio ha sido publicado en la revista Nature.
Crédito
imagen: Marta Mirazón Lahr.
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