Las
emociones que no se verbalizan
se
cristalizan en nuestro cuerpo
Cuando
no decimos qué es lo que no angustia o nos aqueja, el cuerpo se encarga de
expresarlo por medio de dolores y malestares. Muchos escépticos podrán dudar de
estas teorías, pero nadie ha escapado a dolores de estómago en momento de
angustias o a dolores de cabeza por no poder resolver un conflicto familiar o
laboral.
Desde
ya que tenemos claro que muchos dolores pueden deberse a malos movimientos, a
haber comido en exceso o a múltiples factores, pero hoy vamos a detenernos en
esos dolores que se han vuelto crónicos y que tienen que ver con sentimientos
en nuestro fuero interno que no hemos logrado elaborar y “dejar ir”. Un dolor
es un mensaje del cuerpo que te está pidiendo tiempo para procesar emociones
que fueron postergadas y que si persistes en evitar, el dolor se transforma en
enfermedad e incluso, en enfermedad crónica.
El
Dr. Freud, además de ser el Padre del Psicoanálisis, era neurólogo. Después de
atender a innumerable cantidad de pacientes, descubrió que muchos de sus males
físicos provenían de situaciones de angustia, tristeza, rabia, humillación y
todas las que ya hemos visto. Por ese motivo, se dedicó a estudiar en
profundidad, cómo la palabra y la expresión de lo que nos pasa se convierten en
un elemento sanador.
Y
como no hay una sola manera de que las emociones impacten en nuestro cuerpo,
veremos algunos ejemplos de cómo ciertas emociones podrían ser sentidas y
localizadas en cada uno de nosotros.
-
La ansiedad: la ansiedad puede volverse crónica. Incluso puedes no sentir los signos
agudos de miedo, ya que creciste con ellos y tu cuerpo se adaptó. Aunque el
cuerpo se adapte por completo, es posible que el miedo pueda manifestarse por
entumecimiento muscular, irritabilidad, insomnio y cierto desinterés de tu
parte al momento de generar nuevos emprendimientos. El cuerpo también puede
sentirse agitado.
-
La cólera: se manifiesta a menudo en el cuerpo a través de sofocones, ataques
de calor o irritación en la piel. También puede manifestarse a través de
tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco, mandíbulas y puños cerrados,
respiración irregular o rápida, y una sensación de martilleo en los oídos.
La
cólera puede sentirse en la espalda, entre los omoplatos y desplazándose hacia
arriba en la parte baja del cuello. También en la parte externa de las
mandíbulas.
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La depresión: provoca escalofríos y sensación de pesadez. Sentimos el cuerpo
letárgico y con falta de energía. El cuerpo puede también tener tendencia a
moverse de manera lenta, rígida o errática.
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El miedo: el miedo puede expresarse con un nudo en el estómago o en el pecho,
calambres, sensación de frío, temblores, debilidad o vértigo.
-
El síndrome del intestino irritable, las úlceras de estómago, indigestiones y
náuseas o también signos de que el cuerpo tiene un miedo contenido que no ha
logrado elaborar y del que no ha podido desprenderse.
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La frustración: es similar al miedo pero mucho más contenida. Nos hace pensar
que nuestro cuerpo quiere dar puñetazos pero sin tener claro exactamente hacia
donde o hacia quién. Los movimientos y la postura pueden volverse rígidos.
Algunas veces, la frustración es una combinación de enojo y negación. En estos
casos, podemos experimentar signos típicos de la negación como un discurso
acelerado, alzamiento de hombros, mirada esquiva, músculos de las mandíbulas
tensas y respiración superficial.
-
La culpa: esto genera un sentimiento de agitación. Se manifiesta con una
sensación de agobio que sofoca, con una irreprensible necesidad de huir. Pueden
experimentarse dificultades para respirar y un peso en el pecho similar a una
opresión.
-
Hostilidad: es similar a la cólera y el enojo, pero no necesariamente necesita
un detonante para explotar. En lugar de eso, el cuerpo está en ebullición
permanente, y pone en alerta al sujeto hasta en el menor detalle para poder
desencadenar un enojo generalizado.
El
cuerpo se siente rígido, tenso y bloqueado por acción de la hostilidad.
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La humillación: las sensaciones son similares a las del miedo en el sentido en
el que el cuerpo parece volverse de débil e inseguro, pero en lugar de tener
frío, sentimos una ligera sensación de calor. Podemos ruborizarnos e incluso
sentimos el aumento de temperatura en la piel.
Incluso
se puede sentir una necesidad de retroceder como si uno quisiera desaparecer.
-
Los celos: los celos son una emoción compleja que pueden contener elementos
como el miedo, la humillación y cólera.
Las
sensaciones que experimenta el cuerpo al momento de sentir celos pueden variar
de una persona a otra. Podemos sentir frío, un nudo en el estómago y una
opresión en el pecho que se puede asociar con miedo o también una sensación de
calor como cuando nos enojamos o nos sentimos humillados.
Cuando
nos descubrimos envidiando la vida de otros, sus logros, sus éxitos, sus
relaciones o sus posesiones, presta atención a lo que sientes en el cuerpo y
tendrás una base para saber a qué se parecen los celos cuando los sientes de
manera sutil.
-
La rabia y el odio: estos son instintos supremos. Esta clase de instintos son
intrínsecos de la propia existencia y se activan cuando nuestra parte primitiva
cree que estamos en peligro. Estos sentimientos se manifiestan a menudo a nivel
intestinal y estomacal. ¿Ya te pasó de sentir ardor estomacal? Además de
controlar los alimentos que la provocan, si el ardor aparece de la nada, es
probable que se trate de rabia no expresada.
La
medicina china considera al estómago y a los intestinos como “el cerebro de las
emociones” y los malestares en estos órganos aparecen cuando no logramos
“digerir” las emociones negativas.
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La tristeza: se siente por lo general a nivel del pecho, y se desplaza hacia
arriba a través de la garganta y de los ojos para luego manifestarse a través
de las lágrimas. De ahí la famosa expresión “tener la garganta cerrada”, al
momento de necesitar un desahogo a través del llanto. También se suma a esto
los resfríos a repetición.
-
La vergüenza: Este es otro sentimiento “caliente”, que a menudo se acompaña con
rubor en las mejillas y sensación de calor. Sin embargo, es posible también
sentir entumecimiento interno que te puede provocar escalofríos o un
sentimiento de vacío. Al igual que la humillación, la vergüenza puede generarte
la sensación de querer desaparecer.
(Fuente:
saludable.guru)
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