El mundo futbolero se prepara para vivir una finalísima
que mantendrá en vilo a propios y extraños durante 15 días. Es que Boca y River
jugarán el Superclásico en dos encuentros electrizantes en la final de la Copa
Libertadores de América, situación inédita para dos equipos argentinos.
Y es que no solo está en juego el prestigio internacional
sino también algo más sensible, el orgullo deportivo. Hinchas de ambos equipos,
si se les preguntaba previamente, no estaban tan seguros de querer enfrentar al
eterno rival en una definición de esta relevancia. Muchos vivirán estos dos
partidos como un drama y quien salga herido deberá padecer la tragedia moral
(al menos por unos días). El solo hecho de pensar en las “gastadas” que emanará
el bando contrario, a más de uno le provoca irritación estomacal.
Es que nuestra
cultura, en muchos aspectos, está contaminada por valores fundamentalistas,
como “ganar es lo único que sirve”; “el éxito me asegura felicidad”; “hay que
ganar sea como sea”, entre otros. Por suerte, algunos jugadores, técnicos,
directivos, referentes y periodistas realizan una campaña de “paños fríos” en
relación al desenlace de la contienda, esgrimiendo que “sólo es un partido de
fútbol”, “no es el fin de nada”, “la vida luego continúa”, etc. De eso un poco
se trata, de vivir esta fiesta deportiva con la intensidad natural que
despierta el evento, pero luego es necesario apaciguar las aguas.
Pero, lamentablemente no faltarán los violentos, que
lejos de aceptar la derrota (tomada como una cuestión personal), manifestarán
su descontento en diversas facetas, hasta límites insospechables. Aquí es
importante resaltar que esta situación es un motivo oportuno para quien
necesita plasmar su agresividad, dejando en evidencia, claro, sus miserias
humanas.
Más allá de estos imponderables, “Xeneizes” y
“Millonarios”, desbordados de expectativas, serán testigos de un hecho histórico,
donde las emociones alcanzarán el pico máximo de exaltación. Todo el mundo
opinará con su verdad, se harán especulaciones antes, durante y después de los
partidos, y luego vendrán las infaltables excusas y “gastadas” de uno y otro
lado. Y está bien que eso ocurra, pero siempre en un ámbito de sana
convivencia.
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