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Viaje a República Dominicana

De manera repentina, con mi novia, Flavia Paredes, decidimos averiguar en una agencia de viajes de Gualeguay por una promoción que ofrecían a Punta Cana, una de las playas más populares de República Dominicana. Luego de averiguar y evaluar las posibilidades, aceptamos el desafío de viajar e iniciamos de inmediato los preparativos correspondientes y realizamos los trámites de pasaporte. Teníamos poco más de un mes para viajar. El costo de cada pasaje era de 13.500 pesos, aunque finalmente debimos abonar 17.000. Desde luego que estábamos muy entusiasmados y alegres por el hecho de tomarnos unas inesperadas vacaciones y se nos erizaba la piel de imaginarnos en esas paradisíacas playas del Caribe.


Es así que el 21 de agosto de 2015 partimos hacia ese lugar de ensueños, donde permanecimos durante 8 días. En un párrafo aparte, debo mencionar el estupor que me causó viajar en avión, experiencia que nunca antes había tenido. Especialmente los vuelos de ida me resultaron bastante tortuosos; el regreso lo tomé con más "naturalidad". En principio hicimos escala en el Aeropuerto de San Pablo, Brasil, y en el retorno en el de Río de Janeiro. Durante la escala en San Pablo tuvimos la grata sorpresa de saber que otros gualeguayenses nos acompañarían en la estadía en Punta Cana: Nicolás Briosso, junto a su esposa Marilyn Suárez, y Florencia Brisco, junto a su amiga, Gimena Díaz.


Una vez en el Hotel “Be-Live”, con servicio “all inclusive”, realizamos los correspondientes trámites de ingreso. Poco a poco fuimos conociendo y descubriendo las instalaciones del alojamiento, que, como la mayoría de los hoteles de Punta Cana, cuentan con playa y el nuestro no era la excepción. También conocimos a quien sería nuestra coordinadora, aunque solamente la vimos ese primer día. Ella nos ofreció diversos planes de excursiones y solamente aceptamos, en común acuerdo, realizar la expedición a la Isla Saona, dado que todos teníamos excelentes referencias de ese lugar.
Una de las cuestiones que me llamó gratamente la atención fue la calidez del dominicano. Tanto el personal de recepción, administrativo, maestranza, como los mozos y animadores, esbozan en cada momento un gesto de cortesía y amabilidad, poniendo de manifiesto la excelencia como anfitriones.






Con la delegación de gualeguayenses, y no tanto, porque Gimena es de Buenos Aires y Flavia, de Larroque, solíamos compartir los desayunos y cenas, y algunas de las excursiones. Realmente se conformó un buen grupo humano, fraternal, solidario, que compartió momentos agradables e inolvidables.


Los vendedores de excursiones estaban al orden del día sobre la playa. Ofrecían travesías tales como andar en kayak, velero, “snorkel”, moto subacuática, “buggy”, contacto con delfines, “parasailing”, buceo, entre otras propuestas. También están los comerciantes de sombreros, habanos, masajes, trenzas, bijouterie, regalería en general. Muchos de ellos trabajan a comisión, es decir, alquilan servicios o productos a un particular y luego obtienen sus ganancias. Vale decir que el sueldo promedio de un dominicano es de 200 dólares. Y el valor del dólar es de 45 pesos. El turismo, precisamente, es uno los recursos más valiosos que tienen los dominicanos.









ISLA SAONA:
Al tercer día de estadía en Dominicana, que comparte territorio con Haití, llegó uno de los momentos más esperados: la excursión a Isla Saona. Es oportuno indicar que Cristóbal Colón pisó el suelo de la isla por primera vez el 14 de septiembre del 1494, durante su segundo viaje, y la nombró Bella Savonesa, en honor al savonés Miguel da Cuneo (Miguel da Cunio).

Para ello, primeramente nos trasladamos en colectivo durante una hora aproximadamente hasta la también turística playa Bayahibe, que a la vez es un puerto de pescadores, desde donde parten distintas embarcaciones hacia Saona. Viajamos en un catamarán y previo a llegar a este paradisíaco lugar nos detuvimos en una “piscina natural”, un banco de arena con aguas cristalinas, verdosas y azuladas, de un metro de profundidad, aproximadamente, que se encuentra a unos 500 metros de la costa de Saona. Allí nos tomamos fotografías con estrellas de mar y disfrutamos de tragos que nos servían desde las embarcaciones. Luego, llegamos al ansiado lugar, donde disfrutamos de las hermosas playas y bellezas naturales.








ÚLTIMOS DÍAS Y EL REGRESO:

El resto de los días fueron soleados, con breves e intermitentes precipitaciones. Claramente ello no impidió que continuáramos disfrutando y deleitándonos de los atractivos que ofrecía el hotel, que por cierto todas las tardes había un evento popular de entretenimiento. Por cierto, durante las noches se desarrollan obras teatrales, musicales, juegos con el público, entre otras propuestas para el visitante. También se ofrecen “karaoke”, damas vestidas con prendas autóctonas, discoteca. El merengue y la bachata son los estilos que, por excelencia y tradición, son los preferidos de los dominicanos y de gran parte del Caribe. Durante el día los animadores del hotel realizan una tarea incansable para seguir manteniendo animados a los turistas, con una diversidad de juegos en la playa, piscinas, campos de deportes.

Además de las propuestas de los anfitriones, continuamos realizando excursiones y actividades deportivas y recreativas. Cabe mencionar que donde nos alojábamos, “Be-live Hotels”, el ranking de turistas lo encabezaban portugueses y españoles. Le seguían estadounidenses, canadienses, brasileños, franceses, rusos y grupos menores de otros latinos y europeos, entre otros. El dato de color se daba cuando jugábamos al vóley en la playa, donde se armaban verdaderos combinados con turistas.

Cuando emprendimos el viaje de regreso tuvimos que padecer algunos contratiempos, debido al paso del Huracán Erika, que tenía su epicentro en Puerto Rico y haría su recorrido cercano por República Dominicana, con destino en Miami, estado norteamericano desde donde provenía el avión que nos llevaría de regreso a casa. Sin embargo, luego de 9 horas de espera, volamos hacia Río de Janeiro donde hicimos una escala de 6 horas. Finalmente, tocamos suelo argentino en la medianoche del sábado 29 de agosto.

En resumidas cuentas, volvimos con el alma repleta de alegría, sabiendo que realizamos una experiencia inolvidable, que quedará grabada en nuestros corazones por el resto de nuestras vidas.




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