El suicidio es un tema que generalmente no se habla o se habla poco, o sólo se lo aborda cuando suceden estos lamentables hechos. Saber detectar factores suicidas de personas, especialmente, cercanas a nosotros no es tan fácil de lograr. Aun así, si se pudiera detectar o sospechar las intenciones de alguien que quiere quitarse la vida, prevenirlo a través de un diálogo fluido puede ser una opción válida, aunque tampoco es una cuestión sencilla de alcanzar o que resulte infalible.
Entonces, quien está meditando esta drástica medida, primeramente, debería analizar en profundidad tamaña decisión. Las personas en esta situación desesperante muchas veces no encuentran las respuestas a sus desdichas o, lo que es peor, no saben cómo contarlo o pedir ayuda. Generalmente, estas personas arriban a este panorama límite porque han ido acumulado una serie de hechos desafortunados o angustiantes y su valía o autoestima se encuentra en ruinas y, además, no ven una salida que les dé un alivio o no tienen fuerzas suficientes para seguir adelante con optimismo. Además, se sienten completamente solos, en un abismo del cual no pueden emerger, en una profunda y constante tristeza que los mortifica.
Vivimos en un mundo que se ha deshumanizado por la competitividad material, donde pareciera que solo importa “tener, lograr un título o alcanzar popularidad para ser alguien en la vida” y estas suelen ser las falsas creencias que aceleran la caída moral de una persona que se encuentra sumida en la oscuridad. Nunca el valor material está intrínsecamente relacionado con el valor personal (cuestión que muchos confunden). Yo valgo por lo que soy, con mis dones y virtudes; soy valioso por mis conocimientos, por los valores que me elevan como humano y no por lo que poseo u ostento.
Quien está pensando como “única salida o solución” el suicidio tiene que comprender, en primer lugar, que es un ser que vale, por más que el resto no lo reconozca o valore. Otro aspecto a tener en cuenta es que las situaciones desfavorables, trágicas o adversas, deben ocurrir para mostrarnos que tenemos que aprender a atravesarlas y salir airosos o al menos estar en paz con lo que nos sucedió. La vida es un constante aprender y aprender. Nunca podemos decir que sabemos tanto o que tenemos mucha experiencia. Siempre hay algo nuevo por descubrir para nuestro beneficio y el de los demás.
El potencial suicida debe saber que viene a este mundo a crecer, a trascender, a ser mejor cada día. No debe compararse con nadie, ni tampoco sentirse inferior o superior a alguien. Simplemente, estamos en este plano para cumplir con los propósitos que vamos descubriendo día a día.
También tenemos que comprender que, por más difícil, compleja o trágica que sea la situación que estemos a atravesando siempre debemos confiar en nosotros mismos. Si no tengo esa fortaleza propia, porque todavía no he logrado cultivarla lo suficiente, debo hablar con alguien, buscar ayuda, encontrar a alguien pueda darme la contención necesaria. Nunca tenemos que sentirnos solos y así así lo percibiéramos, debemos saber que Dios siempre está con nosotros. Es necesario cambiar el enfoque o visión de la vida y el mundo: pasar del pesimismo al optimismo. Saber que siempre hay una salida favorable o superadora. Es importante apreciar el lugar donde vivimos y sentir que estamos plenos, fortalecidos, que las heridas del alma están para recordarnos que siempre hay que seguir adelante para que el crecimiento sea incesante.
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