Humberto Alarcón Muñiz, Roberto Marcó y Aarón Jaján. Se aprecia el equipo transmisor y la carpa de terciopelo negro que protegía la acústica. |
Mientras
buscaba datos sobre la confitería El Águila llegué hasta el señor Aarón Jaján.
Mis preguntas tuvieron respuesta, pero en la charla comenzaron a surgir pistas
de otros recuerdos. En la memoria los hechos se encadenan, a veces por
pertenecer a una misma sintonía, otras porque simplemente se tensó el hilo
maravilloso del recuerdo, y es entonces cuando arroyos impensados pueden volver
al río. Jaján nombró la Difusora Popular. Quien recuerda va camino a los 89
años, tiene una memoria envidiable, la voz clara, y lo impulsa una felicidad
propia de los hombres que han vivido a gusto.
Señaló
la época. Los aparatos de radio eran costosos (se compraban en cuotas), y había
pocos entre los vecinos. Junto a la radio de esos años hubo una presencia con
historia: “Existió en Gualeguay el sistema de la difusora, que funcionaba a
través de parlantes metálicos repartidos en la ciudad. Se pasaba música,
información y publicidad. A la calle Sarmiento, entre Maipú y Belgrano, la
vereda del oeste, la llamo la cuadra de las difusoras. En la esquina de
Sarmiento y Maipú últimamente estaba la peluquería de Lombardi, y en la esquina
con Belgrano el negocio de Pérez Arzuaga. Más o menos a la mitad de cuadra
existía, a principios de la década del 30, la Propaladora Sarmiento de Enrique
Sturzenegger, uno de los primeros pilotos civiles que hubo en Gualeguay. Tenía
cuatro o cinco parlantes en la zona del granitullo, el viejo empedrado. En la
esquina de Sarmiento y Maipú nació el 1º de febrero de 1935 el diario ‘El Día’,
que apoyaba a la UCR, y cuyo primer director fue el doctor Miguel
Aguirrezabala. ‘El Día’ colocó una torre de doce metros de altura para poner
una sirena, al estilo de lo que fue la del diario La Prensa en Buenos Aires,
que sonaba en acontecimientos extraordinarios. Después se agregaron cuatro
parlantes en la torre y el diario también fue difusora. Fue ahí donde yo di,
siendo muy jovencito, mis primeros pasos como locutor. El diario le compró a
Carlos Germano un equipo para pasar música y noticias. De la esquina del diario,
diez o quince metros sobre Sarmiento, hacia el norte, había un zaguán, entrando
a la izquierda, había una pieza y desde ahí operaba la difusora. Se estableció
una especie de sociedad entre Carlos Germano y el diario. Cuando termina dicha
sociedad, Germano instala la Difusora Popular una media cuadra más sobre la
misma vereda. Alquila un local, la sala de transmisión era una carpa de
terciopelo para tener una mayor acústica. Pero nosotros transmitíamos con la
puerta abierta a la calle, no había motos, pasaba un auto de vez en cuando, y
muchas veces había amigos parados en la puerta”.
Aarón
Jaján se propone seguir con la descripción de la calle de las difusoras, pero
antes recuerda el inicio de la Difusora Popular: “El 1º de enero de 1939
empezaron las audiciones de ensayo: la música era de discos de pasta. Se evaluó
el alcance de los parlantes y otros detalles. El 8 de enero se produce la
inauguración oficial. Difusora Popular había obtenido una ordenanza municipal
que la habilitaba a poner los parlantes. La Municipalidad con esa ordenanza le
exigía la difusión del Boletín Municipal, y además el municipio designaba una
persona para revisar y autorizar la programación. En ese lugar fue designado el
profesor Miguel Lesca, y yo, que atendía el programa de la mañana y a veces el
de la tarde, iba el día anterior con un cuaderno donde se detallaba el programa
musical del día siguiente, el horario del informativo, etc. Concurrió a la
inauguración José Surraco, que era el intendente de Gualeguay, porque el titular,
Luis Carbone había renunciado; Carlos Germano, su hermano Rodolfo; el médico
Atilio Daneri, concejal; Oscar Henderson que tenía farmacia y que tuvo muchos
programas publicitarios; Roberto Marcó, mi compañero ‘speaker’ como se decía
antes; y quien pasaba los noticieros que era Humberto Alarcón Muñiz”.
Parlante
metálico de la Difusora Popular (Museo Ambrosetti).
Jaján
termina con la descripción de la calle: “Germano, que tenía una casa de venta
de artefactos para el hogar, donde después se armarían y venderían, en cuotas,
las primeras radios, compró, a la vuelta, sobre Maipú, la vereda norte, una
casa que al frente tenía vidriera para los artículos de venta, espacio para el
taller, un patio grande y al fondo otra edificación donde se ubicó la Difusora.
Ese estudio ya tenía paredes de telgopor, no sé si ya se llamaba así. Esa
Difusora se incendió, yo ya no estaba. Se perdió una discoteca maravillosa de
discos de pasta. La Difusora Popular volvió entonces a la calle Sarmiento,
donde ahora están los consultorios médicos 25 de Mayo, es decir enfrente de
donde se desarrolló toda esta historia. Ahí terminó su existencia, cuando el
advenimiento de la radio en la propia ciudad, en 1973. Por esto llamo a la
cuadra de esa manera. Estuve en la Difusora hasta 1945”.
Aarón
Jajan es un amante de la música, recuerda: “La Difusora tenía una discoteca muy
hermosa que se fue formando con música española. Había zarzuelas, en esa época
muy de moda: ‘La verbena de la paloma’, ‘La gran vía’, ‘Luisa Fernanda’, ‘La
rosa del azafrán’. También muchos cantantes solistas españoles. Fue famoso
Miguel Fleta, sobre todo cuando cantaba la jota ‘Te quiero’ de ‘El huésped
sevillano’, que es hermosa. Yo quisiera volver a encontrar alguna grabación.
Grabaciones de Emilio Sagi-Barba, de la mujer: Luisa Vela. En esa época
vinieron a la Argentina las principales figuras de la música clásica: Arturo
Toscanini, Leopoldo Stocowsky, violinistas como Jascha Heifetz y Yehudi
Menuhin, Arthur Rubinstein en el piano, y hubo un Instituto Argentino de
Cultura Musical que grabó muchas de las obras, como por ejemplo las nueve
sinfonías de Beethoven, que algunas fueron tocadas por Stocowsky, Toscanini.
Había una soprano maravillosa Lily Pons, yo no la vi, pero me contaron que era
una persona de físico pequeño, y la calidad de su voz cubría el escenario del
Colón. La Difusora pasaba toda esa música y la gente escuchaba, se paraba
debajo de esos parlantes. Los domingos a la mañana se daban los conciertos
dominicales, yo era el que los pasaba, era interesante porque había comentarios
sobre la orquesta que ejecutaba, sobre los distintos movimientos de la
sinfonía, información que escribía Carlos Germano, y las consultas que él hacía
en libros era por las fechas, lo demás lo hacía al correr de la máquina, sabía
mucho”. Por el micrófono de la Difusora desfilaron artistas muy conocidos y
famosos: Pepe Iglesias “El zorro”, la cancionista Amanda Ledesma, el recitador
Domingo Rémoli, que vino acompañado de Abel Fleury, célebre guitarrista que
después acompañó al recitador Fernando Ochoa, y que también formó el conjunto
“Las 20 guitarras gauchas”. Cuando se presentó en el cine Variedades la
orquesta típica dirigida por Roberto Zerrillo, se la invitó a que tocara en el
patio de la Difusora. Jaján dice que tuvieron que usar un cable más largo para
acercar el micrófono.
La
Difusora Popular tenía cuatro parlantes en la Plaza Constitución, había en la
calle Maipú, en la Plaza San Martín, y en muchos lugares de la calle San
Antonio. Los jueves por la noche, en verano, se conectaban los parlantes de la
plaza Constitución, y uno de los pocos médicos que había en Gualeguay daba una
conferencia. Se transmitía por más que estuvieran cayendo piedras; cuando
llovía, a menos que un vecino abriera la celosía, nadie los escuchaba. Cuenta
Jaján de uno de esos días: “Jorge Núñez era pianista. Fue periodista, y después
director de una radio de Concordia. “El Gallego”, así le decíamos, iba siempre.
Un día de tormenta estábamos los dos solos. Le digo: Tocate algo en el piano,
anuncio la obra, voy a decir que es un solo de piano. Lo desafío: ¿Te animás a
tocar la Rapsodia Húngara Nº2 de Listz? Dijo que sí. “El Gallego” hizo lo que
quiso con el piano, y ese momento quedó sólo para nosotros”.
La
Difusora era parte de los actos patrios. A ella concurrían el jefe del
regimiento 3 de Caballería, el intendente, el jefe de policía, el párroco, que
en esa época era Manuel Peralta. Se pasaba el himno, se decían unas palabras, y
después el grupo de notables iba a la gala en el Teatro Italia. La Difusora
tenía presencia en la sociedad, era una institución.
El
memorioso da un jugoso detalle técnico de aquellos días: “La corriente
eléctrica en Gualeguay era continua, no alternada. La continua tenía el
inconveniente de la oscilación del voltaje, entonces nosotros hacíamos lo
siguiente con los discos de pasta de 78 revoluciones por minuto. Antes de
empezar la programación, colocábamos un papelito entre el plato y el disco.
Dábamos marcha y contábamos las veces que el papelito nos pegaba en el dedo
durante un minuto, si daba 78, bien, si daba menos, movíamos la palanquita para
darle un poco más de velocidad, y si era 80, la bajábamos”.
Jaján
destacó una actividad más de la Difusora: “Hubo un ciclo que se llamó
‘Ensayos’, una especie de certamen para los artistas locales, donde iban
cantores de Gualeguay, algunas, pocas, cancionistas, me acuerdo de Amalia
Campodónico. Se nombró un jurado integrado por figuras calificadísimas: Fidel
Díaz, profesor de música de la Escuela Normal, un profesor de música que había
llegado a la ciudad, Landazábal, que daba clases a domicilio, y el pianista
Serra. A los participantes se les daba algún reconocimiento, pero la finalidad
era mostrar los valores que tenía Gualeguay. Si bien vivíamos de la publicidad,
Difusora Popular fue un medio de difusión cultural que para esa época fue muy
importante”.
El
contacto con la música provocó una marca feliz en la vida de Aarón Jaján.
Primero el gusto como oyente, y después, gracias al trabajo, conociendo a los
hacedores principales del arte: “Escuchar música, ir a conciertos, escuchar a
gente que sabe hablar, el trabajo terminó siendo un gusto, un placer”.
Mientras
charlábamos en su casa, Jaján decía que, así como él quiso enterarse en su
momento de cómo había sido el ayer, hoy también puede haber jóvenes con ganas
de saber cómo fue la Gualeguay del pasado. Habló con cariño de la Difusora, un
sistema de difusión que hoy bien se podría tomar como una ficción literaria.
Hablamos mientras que, en muchos lugares, adentro y afuera de las personas, la
velocidad se lleva puesta la vida. Fue un encuentro para hacer memoria por la
memoria.
Jaján
recordó: “Un día apareció en Gualeguay, no me acuerdo cómo se llamaba, olvidé
su nombre hace tanto, un español, un cantante, que andaba linyereando. Lo
llevamos a la Difusora y cantó la jota ‘Te quiero’. Fue una delicia. Nunca más
supe de él”.
Hacer
memoria significa tratar de salvar vivencias. Jaján confesó que no puede
detener el almanaque, pero sí puede sentirse más joven contando historias.
(Fuente:
anecdotasdechurrasquero.blogspot)
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