Hay
personas que no les interesa ser mejores espiritualmente cada día; entonces, en ciertas
ocasiones, se disfrazan de “buena gente”. Por cierto, muchos realizan muy bien
el papel de “Madre Teresa”, pero en algún momento se “olvidan” de ponerse el “velo”.
Algunos
se consideran fiables, cordiales y solidarios, e incluso ofrecen abiertamente su compromiso para ayudar en “lo que se necesite”. Entonces, uno, después, teniendo en cuenta esa manifestación filantrópica acude a ellos para tratar de encontrar una solución a sus problemas, pero casualmente no están disponibles,
no pueden ayudarte en ese momento, se fueron de viaje, por citar solo algunas
de las excusas más frecuentes. Y en los casos en que se recibe esa ayuda, generalmente, es deficiente o confusa. Eso, ciertamente, es una estafa a la confianza.
Es
decir que esa gran cartelería de “buena gente” que algunos quieren exhibir por
todos los rincones en realidad es una gran mentira. ¿Y por qué lo hacen? En la mayoría
de los casos para lograr la consideración y el reconocimiento de los demás.
Claro
está que no todo el mundo es malo. Hay personas genuinamente amables, con
sanos ideales, que generalmente se muestran tal y cómo son, y por
llevar a la práctica lo que dicen.
Pareciera
que uno reflexiona sobre los demás para dar a entender que uno es “bueno” y que el
resto un desastre. En absoluto. Comento un sinfín de errores a diario, aunque
trato de corregirlos al mismo tiempo. Es importante darse cuenta de las
conductas que complican las relaciones familiares, de amistad, laborales e
intentar revertirlas.
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