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A LOS 100 AÑOS, RAMÓN BARRETO, CUENTA LA EXPERIENCIA DE SU PASO POR LA DIRIGENCIA NORTEÑA


Justo Ramón Barreto nació el 28 de mayo de 1921, en el Séptimo Distrito de Gualeguay. Siendo joven se radicó en la ciudad, aunque luego emigró a Buenos Aires donde trabajó durante 7 años, se casó con quien aún es su actual esposa, Dominga Isidra Taborda (92), y regresaron a Gualeguay con dos hijos, Luis Alberto (69) y Ramón Agustín (68). Luego nacieron dos más: Miguel Lucio (66) y José Raúl (58).

Con notable memoria, don Ramón, hace un repaso de algunos momentos que vivió siendo dirigente de Barrio Norte y también sobre algunas circunstancias de su vida personal.

En el principio, indica: “Yo no era ni socio del club. Y Armando Muñoz, quien era zapatero y falleció hace muchos años, vivía al lado del club. Él integraba la comisión del club y venía haciendo un gran trabajo de mejoramiento en las instalaciones dado que por cierto estaba bastante desprovisto. Y vino a verme para proponerme que me sumara a la directiva; también lo invitó a Juan, que trabajaba conmigo en el taller de zapatería, quien tampoco era socio. Después también logró convencer a Oscar Ortiz, “Bonincho” Meoniz y Roberto Valbusa. Y así formamos la comisión directiva, con (Torcuato) Burone, a la cabeza, en la década del 60’. El primer año fui vocal; luego, protesorero y Román Ibarra, otro hombre que provenía del campo, era el tesorero”.

Barreto cuenta que cuando arribó al club “había dos soloncitos, donde funcionaban la cantina y la secretaría. Y ahí empezamos a trabajar, a ponerle el lomo al club. Muñoz arreglaba los botines de fútbol y yo más de una vez traía las camisas de los jugadores a mi casa para que mi mujer las lavara”.

Sobre sus raíces y otros aspectos de su vida, relata: “nací y me creé en el campo, en el Séptimo Distrito, donde realicé diversos trabajos, como ladrillero, carnicero, cortador de leña (en el monte). Y en el campo los estudios primarios se realizaban hasta cuarto grado. Fuimos cuatro muchachos los que terminamos en esa promoción, cuando teníamos 15 años, en la Punta del Monte: Martín Cuevas, “Lico” Arnaudín y el “Gringo” Solari. Después dejé la escuela para ir a juntar maíz”.

“Mi padre era policía y lo derivaron a trabajar al Segundo Distrito y ahí estuve un tiempo. Luego me vine a trabajar al pueblo cerca de la terminal, donde había una granja de gallinas ponedoras. Junto a un compañero nos hacíamos la comida. Después, en una de las elecciones para elegir Presidente de la Nación, mi hermano vino de Buenos Aires a votar, porque antes no se hacía cambio de domicilio. Y me invitó para ir a Buenos Aires con él, lo cual acepté. Allá trabajé en una fábrica de calzados y me gustó el oficio. Pero siempre me “tiró” el pueblo y mi madre, que en ese tiempo vivía acá. Así que, justo a los 7 años de estar en Buenos Aires, regresamos a Gualeguay con mi señora y dos hijos. Estando allá nos casamos; si bien los dos éramos nacidos acá vivimos allá en ese tiempo. Y nos radicamos en una vivienda de calle San Martín. También me prestaron un galpón frente a la plaza San Martín, donde trabajé 20 años como zapatero”.

Siendo miembro directivo del club norteño, Barreto explica cómo surgió la subcomisión de pesca, que precisamente él encabezó: “El Club Náutico nos invitó a un concurso de pesca. Dado que por ese entonces era el único de Barrio Norte de andaba pescando, la comisión del Náutico me propuso que buscara pescadores para representar a nuestro club. Fue así que visité “Buby” Lucardi y él buscó a Curuchet, que vivía por calle Centenario y fuimos los tres al concurso de pesca representando a Barrio Norte. Y la novedad fue que ganamos el concurso con la obtención de poco más de 7 kilos de bagres. Después de eso, nos pusimos de acuerdo para crear la subcomisión de pesca; primeramente solicitamos autorización a la comisión directiva, que luego permitió el petitorio. Trabajamos arduamente, donde incluso logramos comprar una lancha. La conseguimos porque un hombre que le gustaba la pesca la tenía guardada y nos anoticiamos de eso. Lo visitamos y le propusimos comprárselas, y él aceptó, incluso nos hizo precio. Después le compramos un motor. Eso fue una novedad en ese momento porque ningún club, incluso a hasta en la actualidad, había comprado una lancha. Pero luego surgieron inconvenientes económicos en el club y los dirigentes decidieron venderla para afrontar el problema. Y, tras eso, se disolvió la subcomisión de la pesca en Barrio Norte”.

El centenario ex dirigente cuenta otra anécdota en momentos que se desempeñaba en la mencionada subcomisión: “Una vez nos invitaron de Victoria a un concurso de pesca, al cual aceptamos participar. Recuerdo que fuimos de los primeros en anotarnos. Éramos cuatro que nos tocó pescar en una laguna, había otros en distintas partes. Y yo había sacado solo un pequeño patí y en un momento enganché una raya de 4,800 kilos, que fue la pieza con la que ganamos el concurso”.

Don Barreto, con una singular lucidez, cuenta otra de las obras que se hicieron en la institución norteña. “El primer galpón que se realizó nos comisionaron, previamente, al “Perro” Denardi y a mí para ese trabajo, e hicimos un metro de pared. Luego se construyó la cantina. La cancha de bochas ya estaba hecha, aunque tenía techo de cartón fibra y un día vino una tormenta la destruyó por completo. Y nos pusimos a trabajar para hacer una nueva cancha, que perdura hasta la actualidad”.

En cuanto a los medios que utilizaban para obtener recursos económicos, Barreto, señala: “Hacíamos alguna pequeña rifa, fiesta, baile. Y estos eventos, por cierto, se hicieron populares. Recuerdo un 19 de agosto, que habíamos organizado un baile y llovía pero la gente concurrió igual. Ya le habíamos colocado el techo al salón aunque el piso era de tierra, pero todo el mundo bailó y se divirtió hasta el amanecer”.

“Central era el único club que hacía rifas de autos y nosotros hicimos en momentos en que salieron al mercado los Citröen. Recuerdo que en mi taller vendí 85 números. Y se hizo el sorteo en el club ante escribano público. En un momento mis hijos, sobrinos y demás personas que había en el momento empezaron a gritar y a festejar; no sabía que había pasado. Resulta que la ganadora del sorteo había mi hermana. Así que esa misma noche le entregamos el vehículo”.

Por otra parte, contó que: “Barrio Norte tenía luz pero no agua. Y tenía un amigo que trabajaba en Obras Sanitarias, que por entonces pertenecía a la provincia y nos las gestiones para instalar el servicio en el club”.

Finalmente, expresó: “Sigo siendo de Barrio Norte aunque no puedo trabajar más; conservo por ahí algunos recibos de socio. Agradezco siempre a todos. Y me pongo contento porque sé que el club sigue prosperando”.

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