El 11 de junio de 1896 nacía en Puerto Ruiz el hijo menor de José Antonio Ortiz y Amalia Magallanes.
Juan Laurentino, descubriría el mundo desde las costas
del Gualeguay, trasladándose con su familia a los tres años hacia las
profundidades de Mojones Norte, en plena selva montielera.
Juanele vivió en Villaguay, Gualeguay y Paraná, rincones
de la provincianía donde trabajó, formó su familia y gestó la extraordinaria y
bella propuesta literaria que sigue deslumbrando a los lectores.
Daniel Freidemberg señala: " La presencia que la
naturaleza y el paisaje tienen en la poesía de Juan L. Ortiz se nota en los
títulos de varios de sus libros. Ese paisaje tiene un nombre: Entre Ríos, la
provincia natal del autor".
Por su parte, Edelweis Serra considera al creador nuestro "un místico del paisaje, un
provinciano tercamente fiel a su región, que supo transformar la experiencia de
la tierra nativa y sus gentes en conciencia poética universal.
Muy joven, incursionó en la vida bohemia de Buenos Aires,
donde tomó contacto con la cultura metropolitana".
Después de su
juventud en Gualeguay y trabajar en el Registro Civil, donde se jubiló, se
radicó en Paraná con su esposa, Gerarda Irazusta, y su hijo, Evar, "donde
vivió consagrado a la lectura enriquecedora y a plasmar gran parte de su obra
poética, y dialogar con sus amigos y visitantes, especialmente jóvenes, sobre
los grandes temas del hombre y de su tiempo".
Juanele murió a los 82 años, el 2 de septiembre de 1978.
Muchas veces, en Puerto Ruiz, hemos visitado su casa
natal. También hemos acariciado las paredes que guardan su recuerdo, cerca del
Parque Quintana, en Gualeguay.
Finalmente, cuando caminamos por el Parque Urquiza, de
Paraná, nos demoramos ante el solar último del poeta.
Siempre nos acompaña un zorzal que llama a los montes,
mientras "Dios se desnuda en la lluvia, como una caricia innumerable.
La tierra como una hembra se disuelve en los dedos
penetrantes, con una palidez de mil ojos desmayados.
Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando, hacia
mirajes que huyen en un rumoroso sueño".
POR ROBERTO ROMANI.
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