Cuando no existía iluminación eléctrica, el farolero era la persona encargada de encender los faroles de una población, y mantenerlos en buen estado.
A
cada farolero se adjudicaba un determinado números de los faroles y las calles
en concreto a las que debía asistir. Debía encenderlos a una determinada hora
en las noches oscuras y en las de luna a la hora que se les señalara. Debía
acudir al amanecer por aceite y mechas para proveer a los faroles y mantenerlos
limpios, lo que debía hacer a primera hora de la mañana. Para realizar su
trabajo, los faroleros estaban provistos de un chuzo, un pito, una linterna,
escalera, alcuza y paños. Respondían del estado de los faroles que tenían
asignados debiendo pagar los daños que les causaran.
A
menudo, compaginaban su labor de farolero con la de guarda y según este
encargo, debían estar vigilantes toda la noche desde el momento que se
encendían los faroles hasta el amanecer. Entre sus obligaciones figuraban:
Darse
voces de unos a otros desde las once de la noche, dictando la hora que era y el
tiempo que hacía de cuarto en cuarto de hora no valiéndose del pito, sino para
reunirse cuando necesitaran de auxilio.
Aprehender
los malhechores o ladrones que encontrasen depositándolos en la guardia,
cuartel o cárcel más inmediata.
Avisar
cuando hubiere fuego en alguna casa, al dueño de ella y después a la guardia
más inmediata pero sin separarse de su puesto pues para todo debían pasar la
palabra de unos a otros, como cuando algún vecino les pedía que solicitasen al
médico, cirujano o partera.
(Texto y foto extraídos de facebook).
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